lunes, 21 de junio de 2010

¿TODO VALE?

En un reality emitido en Francia, una concursante estuvo un día comportándose como si fuera un perro. Le pusieron una correa de perro, se tenía que rascar como un perro, comió de un recipiente para perros, e incluso fue al baño con la correa atada al cuello. Se vió obligada a hacerlo, porque de lo contrario su equipo perdía la prueba y el objetivo del concurso era ganar un premio de 300.000 euros. Cumplió el desafío, pero terminó llorando y diciendo que había decidido abandonar el programa. La polémica está desatada. La pregunta de si todo vale para conseguir audiencia está formulada. La respuesta por desgracia, no es un NO rotundo. Y echar la culpa de estos abusos a los concursantes no es de justicia. Una persona cualquiera puede estar en un reality, y ante semejante reto, puede o bien tomárselo a cachondeo y hacerlo entre risas, o bien negarse. Pero claro, en este caso, si se negaba su equipo perdía la prueba, con lo cuál, se sintió obligada y lo hizo contra su voluntad. Yo me pongo en su lugar, y quizá habría echo lo mismo que ella. Hacer el ridículo forzada, y pasar vergüenza y humillación. ¿Y si de ello dependiera el yo ganar los 300.000 euros? ¿lo haría? ¿me comportaría durante un día como un perro por 300.000 euros? Pues sinceramente, no lo sé. Pero me pregunto si depende de mi respuesta el ser o no merecedora de un trato digno, de un respeto. Los concursantes de estos realitys son personas que por los motivos que sean, se han lanzado a esta aventura. Si aspiran o no a convertirse en famosos de la televisión es asunto suyo. Si tras salir del concurso muestran sus cuerpos sin ropa en revistas, también es asunto suyo. Pero que se sientan psicológicamente coaccionados a someterse a determinadas situaciones que denigren o mengüen su honor, dignidad y autoestima no debería ser asunto suyo. Simplemente no deberían verse en semejantes situaciones. La libertad en el contenido y desarrollo de este tipo de realitys debería terminar donde empieza a faltarse el respeto a la dignidad de sus concursantes. La audiencia no ve lo que quiere; la audiencia ve lo que la tele le ofrece. Los creadores de estos realitys idean, crean, y deciden. Y si luego pasa algo, culpan a la audiencia. O a los concursantes. Para ellos, todo vale. Y eso no es así.

jueves, 17 de junio de 2010

QUERIDO DIARIO: EL PRIMER BESO

Querido Diario:




Me siento fatal. Ha ocurrido. Nos hemos besado. Estoy asustada. Muy asustada. No quiero que nadie se entere y al mismo tiempo estoy deseando volver a verla. ¿Por qué? ¿Por qué tengo que sentir esto por una chica?. Si volviera atrás en el tiempo no le dirigiría la palabra. Me alejaría todo lo posible de ella. Me reiría de ella... ay no, lo retiro. Jamás me reiría de ella. Solo quiero protegerla, pero me siento muy mal. Yo quiero ser normal. ¿es tanto pedir?. ¿Por qué ella no es un chico?; si tiene aspecto de chico, con su pelo cortito, viste como un chico, no se cuida nada el cutis, tiene cuerpo como de chico.. pero no es un chico. Es una chica, como yo. Y nos hemos besado. Y encima solo de recordarlo se me acelera el corazón. Ha sido lo mejor que me ha pasado en mi vida. Estábamos sentadas en un banco, aisladas de la gente. Ella ha colocado su mano tan cerca de la mía que la rozaba, y ese roce ha sido... no sé como decirlo, pero ha sido como mágico. Me he sentido como muy nerviosa, con ese calorcito que me traspasaba, pero nerviosa en positivo. Y yo no podía apartar mis ojos de los suyos. En ese momento, lo he olvidado todo. Me he olvidado de que era una chica, me he olvidado de mis padres, de mis amigas, de la gente, de todo. Y cuando ha acercado su rostro al mío y me ha besado, yo me he perdido. Y no quería regresar. Me habría quedado así con ella toda mi vida. Ha sido un beso dulce, intenso, embriagador. Sé que quiero estar con ella. Y recuerdo esta tarde y sé que lo que siento estando con ella me gusta, es un sentimiento bueno; es lo que quiero. Estar con ella y que nuestras manos se rocen de nuevo, y volvamos a besarnos. ¡¡Ay!! si es que ha sido tan, tan... . ¡¡Pero es una chica!! . ¿Qué hago, Dios mío? ¿qué hago?

martes, 15 de junio de 2010

CONTEMPLANDO

Leía el otro día en un libro de Autoayuda, que uno de los pasos ha dar para alcanzar la felicidad, es adquirir la capacidad de saber apreciar la belleza que la naturaleza nos ofrece. No hace falta irse muy lejos; lo cierto es que las maravillas de la naturaleza siempre están presentes, solo tenemos que saber mirar. Esta mañana me he asomado a mi ventana, y observando bajo una nueva luz, el parque que está debajo de mi casa desde antes de que yo llegara, hoy he descubierto todo su esplendor. ¿Cómo no he podido darme cuenta antes de los frondosos árboles que extienden sus ramas repletas de multitud de hojas verdes ?. He agudizado mi mirada, y he sentido la vida que irradia de esas hojas, de ese color verde intenso. Naturaleza pura. Como me sentía a gusto, y corría una agradable y fresca brisa, me he quedado un ratito apoyada en el alféizar de mi ventana para saborear todo lo que me rodeaba. Un sonido muy agradable ha ido llegando a mis oídos: el alegre cantar de los pajaritos que habitan en los árboles. Deben de haber muchos. Me ha resultado muy relajante. Conforme me he ido acostumbro al dulce cantar he ido distinguiendo más sonidos que antes no oía, sonidos que no proceden de la naturaleza en sí, pero que si proceden de la vida, del día a día: el ruido de un avión que ha surcado el trozo de cielo de mi campo visual, el golpe producido por la puerta de un coche al ser cerrada con decisión, el tintineo de las llaves de un anciano que se disponía a abrir la puerta de un patio de la finca de enfrente acompañado por su nieto, el rumor de las voces de un grupo de jóvenes que se hallaban sentados en un banco del parque, los ladridos de un perro, las campanadas de la iglesia, que daban las nueve, el llanto de un niño, el ruido de un camión que circulaba por la calle... sonidos de vida. Me he concentrado en el cantar de los pajaritos, en la belleza de los árboles y en la agradable sensación que me provocaba la brisa matutina, y me he dado cuenta de que soy capaz de apreciar lo que nos da la naturaleza, y también de los pequeños placeres que nos da el día a día. Puedo avanzar hacia la felicidad. Pienso en aquéllos que no son capaces de ver y apreciar más allá de sus asuntos, y creo que se están perdiendo mucho.

martes, 8 de junio de 2010

¿Y TÚ QUÉ HARÍAS?

"¿Y tú que harías?" ¿cuántas veces formulamos esta pregunta a lo largo de nuestra vida?, yo personalmente muchas. Sentir que mi forma de proceder o de pensar es la correcta, me tranquiliza. Pero a veces cuando la respuesta que nos dan a esta pregunta no es la que esperábamos oír, somos capaces de discutir y de tratar de convencer al otro, de que lo que inicialmente pensábamos hacer es la mejor opción. Sí, puede ser que muchas veces hagámos esta pregunta para obtener el apoyo que creemos necesitar. Y si no lo obtenemos, de alguna manera parece que nos desconcertamos. El pasado sábado mi hermana Kate me preguntó que qué haría yo si me hallara en su tesitura y mi respuesta no la complació. Teniendo en cuenta la confianza, yo diría que hasta se enfadó un poco :-). Es cierto que lo que le ocurrió no tiene gracia. Y para muchas mujeres puede ser la peor de sus pesadillas. Pero cada una hace lo que tiene que hacer, y no siempre hacemos lo mismo. En fin que lo que le ocurrió es lo siguiente:
Recién peinada y maquillada por profesionales, y sintiéndose maravillosa frente al espejo, recibió una llamada telefónica de su suegra, diciéndole que en la boda a la que se disponía a asistir, había una invitada que llevaba el mismo vestido que ella. En ese momento a mi hermana se le cayó el mundo a los pies. Angustiada y nerviosa por los acontecimientos, me llamó para contarme su drama y me comento que tenía otro vestido en el armario pero que estaba un poco arrugado. Ella a la boda no íba a ir con su vestido. O se ponía el otro, o no íba. Entonces me pregunto "¿y tú que harías?". Yo, que cada vez que tengo que asistir a una boda me vuelvo loca para elegir vestido, y luego ese día lo estreno con gran ilusión, le dije que antes que ponerme un vestido arrugado, iría con el vestido inicial y que de ninguna manera me quedaría en casa. Kate se lamentaba y se negaba una y otra vez a ponerse su vestido a sabiendas que otra chica lo íba a llevar, por mucho que deseara ponérselo. Yo añadí puede que desacertadamente, que las coincidencias ocurrían y que no pasaba nada. Que no se agobiara tanto, que solo era un vestido. Que se pusiera el vestido que quisiera y que se olvidara de todo. Y que la que quiera exclusividad que se compre un vestido de Chanel de alta costura (este comentario no le hizo ni pizca de gracia :-) :-) )
Mi hermana no se estaba tranquilizando ni la estaba ayudando así que terminó la conversación.
Al día siguiente me contó que todo salió estupendamente. Su suegra acudió a su casa, la ayudó a planchar el otro vestido que fue el que finalmente se puso. Lo había pasado genial y estaba satisfecha porque había elegido bien aunque lo ideal hubiera sido llevar su primer vestido y que no hubiera ocurrido la fatal coincidencia.
Yo creo que me habría puesto el vestido inicial, pero realmente no lo sé porque nunca me he visto en esa situación. ¿Y tú, que harías? ;-)

viernes, 4 de junio de 2010

GUERRA DE VECINAS: EL ORIGEN

En una comunidad de vecinos llevarse bien no es fácil. Debería serlo, pero no lo es. Supuestamente, para una convivencia civilizada y armoniosa bastaría con que permanecieran en las relaciones entre vecinos, la educación, el respeto y el civismo, pero teniendo en cuenta que los componentes de una comunidad de vecinos son personas, cualquier cosa se puede interponer en el buen convivir.
Begoña y Rosa eran vecinas desde hacía tres años. Estrenaron juntas la finca y sus pisos eran contiguos. Coincidían a menudo tendiendo la ropa, y además habían tomado juntas más de un café. Su relación de vecinas era como cabía esperar. Cada una en su casa, y rostros sonrientes al cruzarse en el rellano. Punto. Pero en un momento determinado, algo empezó a cambiar.

EL PRIMER DIA.

Un sábado por la mañana, Rosa dormía plácidamente cuando en la lejanía un ruido continuo la fue sacando gradualmente del sueño. Ya despierta, reconoció ese familiar sonido: una aspiradora. De mala gana encendió la luz de su lamparita para comprobar que su reloj marcaba las diez de la mañana. Intentó volver a conciliar el sueño, pero como el ruido no cesaba, se despabiló por completo y se levantó huraña. "Buenos días", se dijo a sí misma.
Al otro lado de la pared, Begoña pasaba contenta la aspiradora. Se había levantado temprano y llena de energía. Cuando terminara con la aspiradora, solo le quedaría limpiar el baño y se podrían machar a comer fuera. Había salido un día estupendo. "A quién madruga Dios le ayuda", se dijo sonriente a sí misma.

DOS MESES MÁS TARDE.
El ruido de la aspiradora despertó a Rosa y a su marido. Esta vez eran las once de la mañana. Rosa maldijo en silencio. Sabía que era Begoña la trabajadora matutina porque el segundo sábado que la despertó, acercó la oreja a la pared de su dormitorio y no le cupo duda de que era de allí de dónde procedía el ruido. De la casa contigua. Sabía que no podía llamar la atención a su vecina, porque aunque fuera fin de semana, las diez de la mañana no se consideraba hora de descanso. Pero a Rosa le encantaba dormir hasta tarde los fines de semana, y no se acostumbraba a que ruidos indeseables la despertaran. Y la enfadaba más todavía el hecho de que intuía que su vecina pasaba la aspiradora a sabiendas de que dormían. Intuía que a Begoña despertar al vecindario "se la traía al fresco", y lo cierto era que estaba en su derecho.

AL DÍA SIGUIENTE.

El móvil de Rosa la despertó a las nueve de la mañana. Su marido se marchaba a almorzar con unos amigos, y ella se levantaba también temprano para hacer algunos quehaceres y así más tarde podría irse a comer fuera.
Eran las diez en punto de la mañana cuando Rosa se asomó a la ventana que daba al deslunado y descubrió que la persiana de su vecina Begoña estaba bajada del todo. Una sonrisa maligna se dibujó en su rostro mientras se preguntaba si estaría durmiendo. Decidida cogió su radio y se la llevó a su habitación donde puso la música lo suficientemente alta como para despertarla. Bailoteando mientras hacía la cama dio mentalmente los buenos días a la pared.